Guía Michelin: El origen desconocido del símbolo mundial de la gastronomía

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Como ha ocurrido con muchos inventos que han transformado la historia, la Guía Michelin no nació con el prestigio que hoy la define. Su historia comenzó con una intención modesta: motivar a los automovilistas a salir a explorar. En sus inicios, esa pequeña guía de tapas rojas tenía un propósito mucho más práctico que gastronómico.

Todo comenzó en Clermont-Ferrand, una localidad en el corazón de Francia, cuando en 1889 los hermanos André y Edouard Michelin fundaron su empresa de neumáticos. Su apuesta se basaba en una visión optimista del futuro del automóvil en el país, a pesar de que entonces apenas circulaban tres mil vehículos.

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Del neumático a la ruta, y de la ruta a la mesa

Conscientes de que el crecimiento del automóvil podía favorecer también su negocio, los hermanos idearon una herramienta útil para el conductor. Así nació la primera edición de la Guía Michelin, publicada en agosto de 1900 en Francia, y en cuya introducción André Michelin afirmaba que la guía nacería con el siglo y duraría tanto como él.

Aquella edición incluía mapas, consejos para cambiar neumáticos, estaciones de servicio y, como alivio para el viajero, sugerencias de lugares donde comer y dormir. Todo ese contenido se ofrecía sin coste alguno, con el objetivo de fomentar los viajes por carretera y, por ende, la demanda de neumáticos.

Durante las dos primeras décadas, la guía se distribuyó de forma gratuita. Sin embargo, una anécdota marcó un giro inesperado. En una visita a un taller, André Michelin descubrió que algunas copias se usaban para calzar bancos. Esto lo llevó a reflexionar: si algo se regala, no se valora. Así que, en 1920, la guía comenzó a venderse por 7 francos.

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Estrellas que iluminan la excelencia gastronómica

Tres años después, la edición de 1923 introdujo una sección dedicada a “Hoteles y restaurantes recomendados”, en la que por primera vez se mencionaban restaurantes que no pertenecían a hoteles. Este cambio reflejaba el creciente interés del público por las experiencias culinarias.

Ese mismo entusiasmo llevó a los hermanos Michelin a crear un equipo especializado de comensales anónimos, encargados de visitar y evaluar los restaurantes sin revelar su identidad. A estos expertos, aún hoy conocidos como inspectores, se les confió la tarea de juzgar con objetividad y rigor.

En 1926, la guía comenzó a destacar con una estrella a los restaurantes sobresalientes. Cinco años después, en 1931, se estableció el sistema de una, dos y tres estrellas, acompañado en 1936 por una publicación oficial de los criterios utilizados para otorgarlas.

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Guía Michelin: un estándar global de calidad

Hoy en día, la Guía Michelin es sinónimo de excelencia en el ámbito gastronómico internacional. Su reputación se debe tanto a la minuciosidad del proceso de selección como a su compromiso con los lectores. Cada recomendación proviene de inspectores anónimos que, con una formación profesional de alto nivel, aplican las mismas normas en todos los países donde la guía tiene presencia.

El espíritu que dio origen a la guía sigue vigente. La misión de Michelin, centrada en mejorar la movilidad, se mantiene como el núcleo de la marca. Este compromiso continúa vivo en su lema: “La mejor forma de avanzar”.

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Dulce México

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